Inequidades salariales

Que si en nuestro país se pagan sueldos dorados, la culpa no es de quienes los reciben, sino de quienes los pagan y, sobre todo, de quienes los permiten. Alguna vez, un ex alumno que trabajaba en una de esas privilegiadas instituciones me contaba de las bondades económicas que recibían y que, a veces, les llegaban cheques que no sabían ni por qué ni de qué.

En el actual régimen, la ministra de Trabajo, Ivonne Núñez, ha tocado este tema de los sueldos dorados, tan sensible para quienes se verían afectados, que uno de los secretarios de los sindicatos de los opulentos contratos colectivos, bastante enojado, dijo que aquello sería una “aberración jurídica” y cualquier maniobra que atente a esos maravillosos salarios sería inconstitucional.

A través de la prensa nacional, en los últimos días, se ha hecho conocer cuáles son las empresas estatales e instituciones cuyos funcionarios y empleados disfrutan de estos mega sueldos y algunos agregados que, el común de los ciudadanos, los de a pie, ni siquiera los soñamos: CNEL, CELEC, Petroecuador y CNT que,  aproximadamente,  suman  27.807 empleados que  gozan de beneficios que rayan en la incredulidad , aparte, desde luego, de su sueldo mensual:  bono por antigüedad, guardería para sus hijos menores, vacaciones pagadas y un largo etcétera; sí llama la atención lo del bono por eficiencia, cuando sabemos que las prenombradas empresas e instituciones, lo que menos evidencian es eficiencia, por eso los problemas que soporta todo el país. Resulta irónico que haya compensación por hacer bien su trabajo, cuando es una obligación. Además, aseguran su estabilidad laboral con una indemnización de 138 mil dólares, en caso de despido.

Es obvio que, quienes viven con estos mega beneficios, pertenecen a sindicatos y comités de empresa, sujetos a la normativa constitucional y al Código Laboral; sin embargo, vale la reflexión sobre la brecha que se abre entre quienes disfrutan de estas regalías, con quienes ganamos sueldos que nos permiten apenas una apurada supervivencia y otros que deambulan por las calles y por la patria sin trabajo ni suelo. Creo que todos merecemos llevar una vida que cubra nuestras necesidades elementales, al margen de cualquier privilegio.

Darío Granda Astudillo

dargranda@gmail.com

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