Profesionales de la UTPL investigan la importancia de retomar los alimentos tradicionales.
En sus extensos cuatro mil kilómetros de territorio, la cordillera de Los Andes se destaca por albergar una diversidad geográfica y climática excepcional, lo que la convierte en una de las regiones más ricas en agrobiodiversidad del planeta.
A lo largo de la historia, ha sido testigo del cultivo de miles de especies y variedades de alimentos, entre los que se destacan tubérculos, hortalizas, legumbres, cereales y granos que han sido fundamentales tanto en la alimentación como en la cultura de las civilizaciones andinas.
Lamentablemente, según datos de la FAO, desde principios del siglo XX se ha perdido un 75 % de la diversidad agrícola mundial, una realidad que también afecta a la región andina. Por un lado, los cultivos tradicionales están siendo reemplazados por monocultivos y semillas «mejoradas». Por otro lado, se han producido cambios en los hábitos alimenticios a medida que las poblaciones se han urbanizado. Factores como el estilo de vida, la publicidad y la asociación de los alimentos tradicionales con estratos sociales más bajos han contribuido a la disminución de estos alimentos en la dieta.
Transición alimentaria
Esta transición alimentaria ha llevado a Ecuador a un consumo creciente de productos ultraprocesados con alto contenido de grasas saturadas y carbohidratos simples, los cuales aportan muchas calorías pero carecen de nutrientes esenciales como proteínas, hierro, zinc y vitamina A. Además, se ha reducido la ingesta de frutas y verduras, lo que ha dado lugar a problemas como la desnutrición infantil, el sobrepeso, la diabetes y la hipertensión.
Ruth Martínez, coordinadora del grupo de investigación de Innovación, Desarrollo y Calidad de Alimentos Saludables de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), señala que, a pesar de la amplia disponibilidad de alimentos, nos alimentamos de manera deficiente. Los alimentos se han convertido en vehículos para la incorporación de aditivos innecesarios en nuestro organismo. Aunque estos aditivos suelen tener límites seguros cuando se consumen en un solo producto, su impacto en la salud puede ser significativo cuando se ingieren diariamente en varios alimentos.
La investigadora forma parte de un estudio integral que se centra en la caracterización nutricional y el análisis de componentes bioactivos de 15 alimentos tradicionales de las diversas regiones del país, incluyendo los granos andinos. Este estudio se lleva a cabo en colaboración con otras universidades e institutos de investigación de Ecuador, como la Escuela Superior Politécnica del Litoral, la Universidad Técnica de Ambato, la Universidad Politécnica Nacional y el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias.
Importancia de los granos andinos
Los granos andinos, como la quinua y el amaranto, destacan por su perfil de aminoácidos completo, similar al de la leche materna, lo que los convierte en alimentos altamente nutritivos. Estos granos son esenciales para el crecimiento, la formación de tejidos y colágeno, y contribuyen a la producción y reparación de células, así como al mantenimiento de un sistema inmunológico saludable. A pesar de sus beneficios, su consumo en Ecuador es notablemente bajo en comparación con otros países productores como Perú y Bolivia.
“Ni siquiera consumimos un gramo de quinoa al día”, alerta la profesional, pero asegura que fuera de nuestro país “es muy valorada”. De los países importadores de quinoa, Canadá es el mayor consumidor con alrededor de 200 gramos per cápita al año, cerca de los 332 gramos per cápita de Ecuador, país productor, pero muy lejos de Perú (1,8 kg per cápita) y Bolivia (5,2 kg per cápita). A diferencia de Perú y Bolivia, donde los alimentos andinos son un elemento fundamental en la cultura, en Ecuador se evidencia un cierto desarraigo con nuestros orígenes, lo cual se refleja en la alimentación, señala Ruth.
Es fundamental que los nutricionistas y médicos se formen en cuanto a los índices glucémicos y la digestibilidad de alimentos andinos como el melloco, la maca, la quinua y la zarandaja, ya que menos de un tercio de los profesionales consultados demostró conocer estos aspectos. Esta información es esencial para diseñar planes nutricionales adecuados que incluyan alimentos autóctonos y satisfagan las necesidades de los pacientes.
La profesional enfatiza el papel crucial del consumidor en la elección de su alimentación y en el respaldo a la producción agrícola y pecuaria local. Sugiere la importancia de organizar la dieta en función de los alimentos de temporada, que suelen ser más asequibles y tienen una menor huella de carbono, en contraposición a los alimentos importados de largas distancias.
En opinión de la investigadora “el conflicto bélico (Ucrania) nos ha demostrado que la globalización alimentaria no es lo mejor. Estamos abocados a una crisis alimentaria a nivel mundial debido a que los dos principales proveedores de granos, especialmente para África, Asia y Europa, están en conflicto y no se puede garantizar el abastecimiento de los alimentos.
Finalmente, Ruth Martínez destaca la necesidad de retomar la autosuficiencia en la producción de alimentos como medida de seguridad y soberanía alimentaria. Esto garantiza el acceso constante a alimentos saludables, nutritivos, seguros para el medio ambiente y culturalmente apropiados, lo que no solo tiene beneficios para la salud individual, sino también para la sostenibilidad global.
CLAVE
Los alimentos tradicionales tienen dos aspectos fundamentales: la conexión con el entorno y el esfuerzo de la población para mantenerlos a lo largo del tiempo.