El conocimiento sobre el Covid-19 se incrementa cada día. Hoy las personas han incorporado prácticas que disminuyen las posibilidades de contagios, los médicos disponen de protocolos y tratamientos, así mismos, las universidades y los centros de investigación generan volúmenes de datos sobre los entornos, escenarios y la anhelada vacuna, pero deben asimilarse los nuevos aprendizajes entre los pueblos y culturas que habitan el planeta.
Cada sociedad cuenta con identidades, ideologías y sistemas de distribución de información, entre otras características, a través de las cuales procuran mejores condiciones de vida y pueden reaccionar frente a los riesgos. En este contexto, resulta oportuno involucrar a las asociaciones ciudadanas tradicionales o no institucionalizadas en la prevención del Covid-19.
Junto a las autoridades de salud deberían estar las organizaciones populares y sindicales para comunicar los avances en el control de la pandemia. Parece que las noticias están a un nivel de expertos y que transmiten disposiciones que los ciudadanos deben acatar, pero no se han abierto espacios para dialogar y avanzar a la comprensión colectiva del virus y los potenciales daños.
Aún con la vacuna, quedará la tarea de llegar a las mayorías de forma tolerante y sobre la base del respeto, una vía para lograr este propósito es la “gestión social” que se define como la construcción de mecanismos para la inclusión y la interacción, un proceso de aprendizaje colectivo, continuo y abierto que busca la atención de necesidades de la población.
La gestión social deriva en un sentido de pertenencia y cooperación, por lo tanto, debería motivarse la participación de todos en menguar los impactos del Covid-19.