La provincia de Loja, mi tierra, se encuentra sumida en una paradoja que resulta difícil de comprender. Mientras las llamas devoran nuestros bosques, arrasando con años de historia natural, se desarrolla, en paralelo, un evento cultural de talla internacional: el Festival Internacional de Artes Vivas.
Por un lado, el fuego avanza implacable, dejando a su paso desolación y desesperanza. La naturaleza, nuestra madre, clama por ayuda, y nosotros, como hijos, parecemos incapaces de responder con la contundencia que la situación amerita. Por otro, el arte, en su máxima expresión, busca refugio en nuestra ciudad. Un oasis de creatividad que intenta, a través de la belleza y la emoción, sanar las heridas de un pueblo.
¿Es contradictorio celebrar el arte en medio de una catástrofe? Algunos podrían argumentar que es una falta de respeto hacia las víctimas del fuego. Otros, que el arte es precisamente lo que necesitamos en estos momentos, una forma de resistir y de mantener viva la esperanza.
Yo creo que ambas posturas tienen su cuota de verdad. Es cierto que la prioridad debe ser combatir el fuego y ayudar a los afectados. Sin embargo, también es cierto que el arte puede ser un bálsamo para el alma, una forma de unirnos y de encontrar un sentido a lo que está sucediendo.
Quizás, en esta paradoja, encontremos una oportunidad para reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y con nosotros mismos. Quizás, el arte y la ciencia puedan trabajar juntos para encontrar soluciones a los problemas que enfrentamos.
En estos momentos difíciles, los lojanos debemos demostrar nuestra resiliencia y nuestra capacidad de adaptarnos a los cambios. Y aunque el fuego siga consumiendo nuestros bosques, la llama de la esperanza debe seguir brillando en nuestros corazones.
Santiago Paúl Saraguro Jaramillo
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