El Ministerio de Educación de Ecuador incorporó la ética y cívica en el currículo nacional, aprobamos con beneplácito esta iniciativa. La incorporación de la ética cívica en el currículum debe lograr que el discente aprenda a superar aquella intolerancia recíproca que muchas veces manifestamos; que la honradez, bondad, responsabilidad, amor a los demás y otras muchas virtudes y valores humanos no son patrimonio exclusivo de nadie. El maestro de ética cívica debe conjugar las éticas de mínimos (ética de la justicia, lo justo, razón práctica, normas, exigencia…) con las éticas de máximos (ética de la felicidad, lo bueno, prudencia, consejos, invitación…) para que el estudiante aprenda a buscar acuerdos máximos en los mínimos y acuerdos mínimos en los máximos.
Dijo Alaisdair McIntyre que la excesiva contraposición entre una ética universal y pública frente a las éticas privadas o creencias meramente particulares no conduce a buen puerto. Según McIntyre hoy nos falta una concepción unificada para no incurrir en la división que existía por ejemplo entre griegos y medievales. Para los griegos el individuo por ser ciudadano ya se le asignaban unas virtudes, en cambio para los cristianos el individuo como hijo de Dios debe vivir según los mandamientos divinos. Hoy la persona, por el contrario, sólo es sujeto de derechos, pero carece de indicadores sobre cuáles han de ser sus virtudes y en qué marco debe desarrollarlas, a lo mucho se satisface con una ética autocéntrica.
Preguntamos: ¿Cómo determinar hoy la excelencia de la persona virtuosa si existen tantos modos diferentes de realizarse como individuo? ¿Cómo construir una moral a partir de la diversidad? Una posible respuesta a estas interrogantes nos brinda, por ejemplo, la ética pauperonómica y la ética de la gratuidad que invitan a pasar de la razón dialógica (mesas de diálogo, bla, bla, bla) a la razón profética e histórica (comprometidos con los lugares de la tierra donde más se sufre).
Jorge Benítez Hurtado
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