¡Despierta, Loja! La inercia con que se arrastra nuestra ciudad ya no es solo una pena; es una comedia trágica que las futuras generaciones no perdonarán. Se nos exige que hablemos de desarrollo, pero ¿cómo, si navegamos sin brújula y con un timón oxidado?
Hablemos, por favor, de la mítica Planificación y Ordenamiento Territorial. Decir que es una utopía suena elegante, pero la verdad es más cruda. Mientras se proclama el «orden», los asentamientos informales brotan como maleza tras la lluvia, y las construcciones «legales» desafían la geología en zonas de riesgo, todas con la bendición de un silencio administrativo que roza lo criminal. ¡Pareciera que nuestra máxima aspiración urbana es tener la ciudad más vulnerable y caótica de la región!
Y ni hablar de la Gestión Pública e Institucional bureaucracy. El Municipio, ese laberinto kafkiano, parece diseñado para la frustración: tramitología crónica, cuellos de botella que estrangulan la inversión y normativas tan desactualizadas en relación a las necesidades latentes. ¿Reestructuración? ¡Sí, por favor! Que se elimine la pérdida de identidad de servicio y se sustituya por una mínima dosis de funcionalidad. Que el talento humano, ese que se le niega derechos básicos con una mezquindad que duele, recupere la dignidad.
El colapso de Servicios y Riesgos es la cereza del pastel de nuestra desidia. Déficit hídrico, vialidad que parece un campo minado y riesgos que son más antrópicos que naturales, es decir, ¡hechos por nosotros mismos! Esta negligencia no discrimina: el perjuicio impacta al ciudadano de la urbe y a quien vive en la ruralidad por igual.
¡Basta de ser espectadores! Loja no necesita otro diagnóstico, sino una inyección de voluntad ciudadana. Dejemos de delegar nuestra esperanza a quienes demuestran sistemáticamente ser incapaces. Convoquemos a la indignación activa; a esa participación empática que nos obligue a exigir, proponer y fiscalizar. Es hora de que el ciudadano deje de ser la víctima pasiva del pésimo guion municipal y se convierta en el protagonista de un cambio radical. ¡Activémonos o preparemos el epitafio para la hermosa ciudad que merecimos, pero no supimos cuidar!
Paúl Cueva Luzuriaga
paulscueva@hotmail.com