Las actividades comerciales se remontan a tiempos prehistóricos, al punto que el grado de civilidad del que actualmente disfrutamos, no sería posible si miles de años atrás no se hubiera desarrollado la agricultura, actividad que fue la primera fuente de provisión de alimentos y de recursos para el inicio del mundo civilizado.
Actualmente, esa misma actividad, la agricultura, se ha convertido paradójicamente en una de las actividades que menos valor genera, al menos en países como el nuestro, donde la interacción agricultura, ruralidad y pobreza es un aspecto que nos rompe la cabeza a todos quienes estamos involucrados con el agro.
Intentar pelear contra los subsidios millonarios a la producción agrícola de los países desarrollados es a mi juicio, un camino equivocado, pues sobre ese factor nosotros no tenemos ninguna capacidad de incidir, pues las políticas agrarias que cada país tome, son decisiones soberanas de cada nación.
Lo que nos resta hacer como país, es lo que si podemos, implementar políticas comerciales que aseguren que los pobladores de la ruralidad desarrollen medios de vida dignos a través de la producción agrícola, dejar atrás la idea de solo producir para el auto consumo, de solo quejarnos por el cambio climático o por la presencia de corporaciones que comercializan los alimentos con enormes ganancias.
Les invito a pensar que antes del cambio climático y las corporaciones, ya los agricultores eran pobres, la idea es dejar de serlo, y para esto es necesario pasar de la pala al motocultor y del buey al tractor, así como de la libreta de apuntes a la computadora para acceder sin miedo a las plataformas tecnológicas agrícolas que nos permitan gestionar de mejor forma las labores del campo.
Solo el crecimiento económico reduce la pobreza, los estudios de la CEPAL así lo determinan, incluso señalan que el crecimiento económico agrícola tiene un mayor impacto en la reducción de la pobreza que el crecimiento del resto de sectores productivos.
Fredy Cueva Castillo
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