Decrecimiento

Muchos se preguntarán en este tiempo de pandemia: ¿Cómo salimos de la crisis? ¿Qué modelo económico debemos adoptar? Una de las soluciones que propongo es el decrecimiento. Frente al «crecimiento insostenible», maquillado hoy como «desarrollo sostenible», que nos tiene sumidos en la crisis de todo, debemos adoptar el «decrecimiento sostenible», que lo resumimos en la grandiosa «carencia de necesidades». Cuando el simposiarca Sócrates se paseaba por las calles abarrotadas de productos de la antigua Atenas, viendo tantos objetos, decía: ¡Cuánto es lo que no necesito y lo poco que necesito, que poco lo necesito!  Decrecer no es quedarse sin nada, sino aprender a vivir con lo necesario y los excedentes donar a quienes no tienen (hoy en día las tres cuartas partes de la humanidad pasan hambre). A la crisis la vamos a afrontar cuando aquellos que tienen las necesidades básicas satisfechas trasladen sus prioridades hacia la parte alta de la pirámide de A. Maslow sobre las necesidades humanas. Al capitalismo, obviamente, no le agrada nuestra propuesta porque su objetivo es crear seres esquizofrénicos, pues ya no deseamos solo la cosa (producto), sino que deseamos el deseo mismo del otro que quiere el producto (enajenación). Pero de esto no dicen nada nuestros economistas crematísticos en los debates públicos, dedicados a diagnosticar y pronosticar al sistema; empeñados, además, en seguir defendiendo la perversa «función de producción», i.e. el consumismo con sus tres jinetes del apocalipsis económico a saber: la segmentación del mercado (v.g. champús para personas, perros, carros…), la obsolescencia programada (productos que rápido se deterioran) y la bonitura (productos atractivos a los ojos). Debemos resucitar a Sócrates con urgencia.