El término solsticio hace referencia a la posición del sol con respecto a la tierra; los solsticios representan aquellos momentos específicos, recurrentes y periódicos en el año en los que el sol alcanza su máxima posición boreal o austral. En el imperio romano, los solsticios consistían en un acontecimiento de relevancia socio-económica, lo denominaban Saturnalia o fiesta del Sol Invictus, en honor a Saturno, dios de las cosechas y de la agricultura.
En nuestros tiempos, pueblos indígenas como los aimaras, mapuches y quechuas continúan agradeciendo las bondades, en los cultivos y cosechas, que otorgó el taita sol y piden por los días venideros. Con la llegada del solsticio de invierno (entre diciembre y abril) en algunas latitudes del Ecuador empiezan las lluvias, las fuentes de agua se recargan, el suelo se ablanda, se generan aptitudes para la siembra, la esperanza renace y en ese contexto, es la oportunidad precisa de renovar el ciclo de cultivos y rendir pleitesía a la madre naturaleza.
El sol seguirá cumpliendo su ciclo tal como lo ha venido haciendo por millones de años, pero las practicas extractivitas desmedidas generan que muchas veces no haya regularidad en las etapas estacionales, tornándose impredecible saber con asertividad si mañana tendremos un sol intenso o lluvia torrencial.
Más allá de lo que ocurre en el planeta, debemos retomar costumbres de agradecimiento al sol por las lluvias y por la fotosíntesis, exclamando como lo hacían los romanos “Ave Sol Invictus”.
Benjamín Ludeña Guamán
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