Ecuador cambió y no para bien, notaron que los serranos ya no van a las playas como antes, que nos quejamos día a día por el incremento de la gasolina mientras tanqueamos los vehículos, que sabemos de al menos un conocido que ya se fue a USA para no volver, y que la violencia que vemos en redes sí es de verdad.
Efectivamente, nuestro país atraviesa probablemente la peor de sus historias, un país desolado al que la naturaleza lo compensa con incendios y sequias. Pasamos de ser un país de paz y megadiverso a una isla delictiva y corrupta que devasta sus recursos e incendia sus montañas, pasamos de ser el país al que todos volvían al país del que todos quieren irse, y los que puedes se van.
Y aunque todos escuchamos y sentimos el atronador ruido de la hecatombe, pocos manifiestan su desconcierto y descontento. Parece que los apabulla el discurso facineroso de un falso nuevo ecuador, que entre aplausos de unos pocos en tierra bendita, ocultan la incompetencia de una gestión que se golpea en la cara con el humo de ceniza y la falta de recursos.
Es que vivimos el régimen de un demagogo con complejo de monarca, que sin palpar el desastre da soluciones orales a través de un discurso de escritorio, mientras que las soluciones efectivas vienen volando desde otro país.
Eso es la afasia, el trastorno que afecta la manera en que te comunicas, y distorsiona el habla y la forma en que comprendes el lenguaje. De otra manera no se entiende cómo enuncias un discurso tan falso, lleno de cinismo y algarabía, mientras la gente a tu alrededor padece vejámenes y miseria.
Comprendo que el discurso se agotó y el peso de la verdad hoy ya golpeo tu puerta.
Jorge Ochoa Astudillo
jorge8astudillo@gmail.com