Hay que diferenciar la politiké de la politeia. La primera es la política real (realpolitik), entendida como técnica, con un gran predominio de la astucia (al mejor estilo de Maquiavelo); pivota en torno al institucionalismo jerárquico o la gobernabilidad centralista estatal; utiliza las políticas de estado y de gobierno para conseguir fines espurios y mantener el desorden establecido, es decir, el sufrimiento y dolor de las gestes; hábilmente consigue votos, adeptos o simpatizantes, y para ello se sirve del marketing político (horribile dictum), el manejo de medios, reforma de leyes, entre otros; reduce la política a temas ideológicos hacia la lucha por el poder, o mejor aún el poderío, para alcanzar y conservarlo a como dé lugar; a la politiké la podemos resumir en necropolítica (necros = muerte, política de muerte). En cambio, la politeia es una política que le interesa la vida, preocupada por la construcción de una sociedad civil desde abajo, utiliza la auto-organización de las comunidades, que no la administración ni la representación; incentiva la cooperación, la ayuda mutua, la eusocialidad; a la politeia la resumimos como biopolítica (donde la vida es el centro y la política es un sufijo). Es momento de pensar una política no indiferente del estado, pero si independiente. Para los interesados en la politiké debo decirles, parafraseando a Goethe, que esta es la representación de mefistófeles y como bien sabemos el diablo siempre paga mal a sus devotos. Frente al abandono de la gran política entendida como politeia, nuestro compromiso es retomarla, pero para eso hay que pasar de la realpolitik a la posiblepolitik, no es difícil.