De todos los padecimientos que desde remotos tiempos han azotado a la humanidad, la ambición de hacer dinero, a como dé lugar, representa la más grande de las paradojas: su frecuencia sigue elevada y lejos de ser erradicada.
Claro está que hay muchas excepciones, como la labor samaritana de ciertas misiones institucionales y personales, inspiradas en una profunda devoción religiosa y ética; médicos con una profunda formación humana; abogados que patrocinan la defensa de los más necesitados, etc. Más, pese a lo que se diga, creo un gran porcentaje de las empresas y profesionales solo persiguen el lucro.
Aun cuando los países más adelantados han emprendido campañas para cambiar este escenario, ninguno ha logrado erradicar el mal.
Hace muchos años tuve el honor de conversar con el doctor VICENTE RODRIGUEZ WITT y dijo muchas cosas bellas y profundas sobre el tema que estoy analizando, por desgracia no escritas en forma de libro, pues la muerte se lo impidió. Entre ellas, decía: “desde que me gradúe de médico, lo que más feliz me hecho y a lo que he dedicado las más y más felices horas de mi vida, es a servir y servir, con pasión y espíritu de entrega, a todas las personas, con especial énfasis a las más necesitadas de la comunidad lojana, sin que para ello me haya sido preciso obtener un beneficio económico para atesorar dinero”.
Ciertos profesionales y varias personas de ahora pueden objetar tal aserto; pero, en realidad, es lo menos que deberían hacerlo, pues la metáfora es un valioso instrumento de la educación del futuro que, necesariamente, debería incentivar este valor ético y humano por excelencia.
Para vivir auténticamente, adoptando como guía un imperativo de autenticidad, hay que seguir esta regla de este gran hombre de ciencia y conciencia. La clave es vivir una vida de servicio, sin esperar acumular dinero, sino percibiendo lo que es justo y nos permita vivir con dignidad. Tenemos, eso sí, que, para ser profesionales, averiguar nuestra vocación, que se la logra cultivando lo que más nos hace felices, es decir, dedicándonos voluntariamente a lo que más nos guste que, en sí, es nuestra vocación. Y, claro, para ello, como sostiene el doctor Félix Martí Ibáñez, la guía que nuestra carrera en la vida tiene que tener: “intuición, ligada a un concepto, que nos lleve a la acción”.
Jaime A. Guzmán R.