Una buena acción

No voy a narrar una obra meritoria de algún héroe, sino que voy a analizar las consecuencias de realizar una buena acción.

El hecho de que una niña vea que el lápiz de su hermano está en el suelo y se apresure a colocarlo entre los útiles de él, tiene varias consecuencias positivas, a saber: realiza una buena acción, lo cual la predispone para realizar también otras; le guarda a su hermano un objeto útil para él; contribuye al orden en la casa; alegra el ánimo e incentiva a hacer lo mismo a quienes la rodean; etc.

En otro caso, un peatón ayuda a cruzar la calle a un anciano. De igual manera, las consecuencias positivas son algunas y fácilmente podemos colegirlas. Igual cosa ocurre cuando alguien ayuda con su dinero a que otra persona pueda comprar una medicina para su curación o cuando una persona se preocupa por su salud y deja de ser glotona o deja de fumar o beber.

La repetición constante de estas acciones va conformando en la psicología de las personas que las realizan, una predisposición a repetirlas de manera más espontánea y sin dificultad, generando automatismos que parecen naturales. Cuando se llega al estado en que casi no se piensa en hacer esos actos al realizarlos, sino que se reacciona de manera casi inmediata, se ha llegado a constituir un hábito que, en esto casos, es bueno. Hábitos como el de saludar, ser ecuánimes, respetuosos, comedidos, aseados, generosos, atentos, honrados, honorables, van conformando una personalidad atractiva y atrayente y una atmósfera agradable para quienes les rodean.

Desde luego, no es fácil adquirir estos hábitos ya que padecemos de otros automatismos que son negativos y que se fundamentan en el ego. Pero vale la pena intentarlo. Poco a poco vendrán los siguientes y conseguiremos mejorar nuestra vida y la de los que nos rodean.

Carlos Enrique Correa Jaramillo

cecorrea4@gmail.com

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