Un mal innecesario

Desde lo político todo es justificable, el ‘camisetazo’ es habitual, los afectos o desafectos se alteran al compás del peculio, y la traición y vendetta se justifica con el cambio de conciencia, lo más complejo y solo talvez, es el cambio de discurso, pero igual lo hacen sin desmedro ni descaro alguno.

En menos de un año hemos visto pasar: a un “Baby Torres” de férreo defensor de la fiscalización política, a resguardar sin excusas el Status Quo de la tradicional oligarquía; una Diana Jácome paso de comunicadora locuaz, vicepresidenciable liberal, a bastonera de campaña de una insostenible realidad; y un presidente Constitucional pasó de ser un “Pro” inalcanzable e inalterable, a convertirse en un “Anti todo” terrenal y desorbitante.

“Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”, decía Groucho Marx, fiel a su rol de actor y escritor humorista, sin embargo, la clase política lo aplica de manera desfachatada para justificar su incontinencia verbal del día a día.

Parece que el bote se hunde, resultado de los yerros y agujeros que provoca el mismo gobierno; y fuera de toda razón y ya sin aliados, hoy se enfrasca en una cruzada con algunos fantasmas del pasado, presionando incluso a medios independientes, para sacar del aíre precisamente a “Los Irreverentes”.

Pero porque aferrarse a algo que evidentemente te hace mal, según dicen, asumir el error no te hace daño, al contrario, te hace más fuerte. Dicho eso, Ecuador debería ser una potencia mundial, “utopía en construcción”.

Al borde de la locura, hay que aclarar que problema del gobierno no es la Asamblea, la oposición, o conspiración alguna; si no que, en un evidente desgaste, hoy la falta de experiencia le pasan la factura.

Jorge Ochoa Astudillo

jorge8astudillo@gmail.com

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