Tiempo de madurar

Hoy sellamos un ciclo colmados de aprendizajes y oportunidades de crecimiento, y es que el final de un período proclama nuevas estaciones, nuevos propósitos, mejores brisas; entrelazando quimeras junto a una suma de emociones por descubrir lo que nos deparará este 2021, que como relámpago de luz, ha despertado un fulgor, destellando aquellas sombras que nos causaron ansiedad.  El año viejo, entre lamentos y reflexiones, sin el abrazo entre vecinos, sin el brindis con amigos, sin la reunión en la pileta, y el recorrido por los barrios, apreciando el arte de los monigotes con mensajes irónicos, o las bromas de las viudas pidiendo la “limosnita”; nos ha dado una bofetada hasta dejarnos quietos; refugiados entre cuatro paredes; en algunos casos desmoronados y en el piso, levantando la mirada al cielo; resurgiendo en nuestra fe; fortaleciendo la unidad en el hogar, y recapacitando que nuestros planes pueden trastocarse sin previo aviso. Y es que esta sacudida ha servido para que podamos levantarnos con nuevos propósitos de crecimiento personal, porque en la vida lo más valioso no es lo que tenemos, sino a quienes tenemos. Llegó ese momento de abrir los ojos y darnos cuenta de lo efímero de la vida, donde las cosas materiales pierden validez, para darle paso al patrimonio emocional de las relaciones sanas y recíprocas con las que sembramos el camino de nuestro hogar. De ahí que como seres cambiantes, las prioridades también han sufrido una drástica metamorfosis, cuando maduramos en este maravilloso e impredecible camino de la vida. Estas son las cosas que el dinero no puede comprar, por lo que debemos rodearnos de pensamientos positivos evitando que nuestra vida se intoxique de virus, o de la negatividad de seres verdes o reprimidos que aún no han buscado el camino del cambio, el camino a la felicidad.

Lucía Margarita Figueroa Robles

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