Es la interrogante que con fuertes dosis de angustia e incertidumbre se hacen los sectores populares, los más débiles de la economía, sabedores de que el Gobierno les paga con una ‘tanqueada’ de combustible a los taxis convencionales, camionetas de trabajo y mototaxis para que no suban las tarifas, en procura de eliminar los subsidios de las gasolinas extra y ecopaís.
Dicha medida considerada como una compensación por la focalización de los subsidios ha despertado criterios y opiniones en el sentido de que siendo necesaria no era el momento, porque la ciudadanía en medio de la guerra interna continúa aún asimilando el alza reciente del IVA, y hoy debe asumir la cuenta del alza de los precios de los productos de la canasta básica. Subirán los fletes porque el transporte comercial no solo utiliza diésel, y los especuladores ya tienen otro pretexto para comprometer nuestro estómago. Entonces no solo es cuestión de los combustibles sino también de la especulación incontrolable.
Se estima que la imposición de medidas contracíclicas ocasiona un cataclismo que se ensaña con la clase más débil de la economía, lo que complica aún más las condiciones en las que se encuentra “el Nuevo Ecuador”. Sobre todo el incremento del precio de los combustibles genera, según expertos, un impacto en la inflación cuyos efectos podrían darse en los siguientes días. Advirtiendo, con algún fundamento, que la aplicada compensación “es una metida de dedo, en la boca, para luego subirnos el diésel y el gas”.
En todo caso la medida necesaria para unos o impuestera para otros está vigente. Lo grave es que el Estado sigue trasladando los ajustes económicos a la gente, como el de las gasolinas, cuyos compensados han recibido en combo el precio de al menos una ‘tanqueada’ mensual. Mientras el ecuatoriano de a pie que termina pagando la cuenta, sigue preguntando ¿Quién ‘tanquea’ a nuestro estómago?
Adolfo Coronel Illescas