Políticas de la caridad

La política de la caridad debe ser desterrada del imaginario social. No podemos seguir a merced de quienes miran en los grandes problemas nacionales, una oportunidad para hacer grandes excursiones, tomarse fotos, y anunciar parches pírricos que después del día del ofrecimiento, vuelven al barro de sus calles y de su tiempo. Los caritativos, con bienes y dinero del estado, no merecen la representación que ostentan. Los ciudadanos no deben ser vistos con ojos de miseria, sino con ojos de dignidad. El pueblo, los que han sufrido y sufren todo el peso de la desigualdad y la injusticia social, tienen dignidad humana que no necesita de palmadas de conmiseración. Quieren respuestas materiales y concretas a los problemas cotidianos que tienen. Esa visión caritativa del ejercicio político se explica con facilidad. Su matriz ideológica mira con desdén a la pobreza, a los arrabales, y a los que fenotípicamente no caben dentro de sus formas ideales. Son unos otros, foráneos, extraños, cuya condición debe ser atacada y transformada, como si la injusticia fuese un problema que se cura de la noche a la mañana. Niegan la historia y sus contradicciones que jalonan al presente. Niegan la condición estructural de los problemas comunes. Tienden siempre a llevar al plano de lo individual los problemas, e intenta, situar en el plano de la actitud, todas las razones de los males de la gente. El norte de su brújula marca siempre a nociones de éxito y felicidad que excluyen a quienes no tienen acceso a sus formatos de vida. Repiten, pero no creen en que se debe privilegiar al humano y no al capital.

Pablo Vivanco Ordóñez

pablojvivanco@gmail.com

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