¡Ni una menos!

Levantamos nuestra voz en alto y decimos con énfasis a los cuatro puntos cardinales: ¡Ni una menos!

Porque un homicidio es un asesinato a todos. Cuando alguien es asesinado, muere también una parte de nuestro ser.

Puede ser una anciana que vivía sola y que fue asaltada por ladrones para robarle sus pertenencias. O aquel estudiante que salía del teatro y fue atacado para robarle el celular y que presentó resistencia, sin que nadie pudiera ayudarlo.

Puede ser una esposa golpeada por su marido, como muchas veces ocurría, y que ahora no se detuvo hasta verla morir. O aquel médico asesinado por su esposa, quien huyó con su amante, dejando a sus hijos en completo abandono.

Puede ser el niño, violado además por el padrastro o el abuelo, y que hizo esfuerzos sobrehumanos por defender su dignidad y su vida. O aquella extranjera que fue asesinada en el hotel de propiedad de un conocido violador.

Puede ser la niña que fue adoptada por una pareja de lesbianas que peleaban constantemente y descargaban sus iras en la pequeña de cinco años. O el niño por nacer que fue abortado por su madre en una clínica lujosa que ella se podía pagar, pero que no quería tenerlo por el “qué dirán”.

Puede ser la persona del barrio donde yo vivía, y que era una activista política, muy enredada en discusiones y pleitos, que continuamente se la llevaban a la cárcel por armar escándalos y trifulcas. O el ratero que robaba para comprar alcohol, y que sucumbió a manos de una víctima suya en la oscura entrada de la covacha donde vivía.

Decimos, entonces, con voz fuerte: ¡Ni una persona menos! ¡Porque cada vida es preciosa! ¡Porque nadie tiene derecho a asesinar a ninguna persona!

¡Ni una persona menos! ¡Ni una menos!

Carlos Enrique Correa Jaramillo

cecorrea4@gmail.com