La moneda no solamente es un medio de pago con poder liberatorio, sino también una importante expresión simbólica de la identidad de un pueblo. De hecho, la nación entendida como esa comunidad imaginada, donde todos no necesitan conocerse personalmente para identificarse como parte de un mismo grupo, sino que su relación está explicada por comunes vínculos históricos, culturales, religiosos, lingüísticos, etc., que dan sentido al significado de nación lo cual, como se podrá entender, es un proyecto en permanente construcción y más aún en un mundo donde la globalización tiende a uniformizar todo, colocando en permanente tensión a lo diverso y local.
Por eso mismo, la moneda, al igual que el escudo, la bandera, el himno nacional, entre otros, constituye un elemento simbólico para reforzar la identidad, lo cual va más allá de campo estrictamente económico.
Desde hace 25 años en el Ecuador el sucre dejó de ser la moneda oficial del país y dio paso al dólar de los Estados Unidos de América, como salida a una profunda crisis económica y quiebra bancaria como resultado de la falta de control y supervisión estatal.
Con ello, además, se perdió soberanía económica dadas las restricciones existentes en materia de política monetaria y cambiaria que, precisamente, conlleva el no tener moneda propia y depender de un tercer país, en este caso de los EE.UU., en cuanto a la emisión de dólares y adoptar libres decisiones sobre la moneda.
No obstante, en este último cuarto de siglo, el dólar se ha vuelto popular y tiene una amplia aceptación en los ecuatorianos, convirtiéndolo en un elemento intocable, al haber aportado en la estabilidad de precios y convertido en una camisa de fuerza para gobiernos que gustan de la abundante emisión inorgánica de dinero.
Todos hablan en español de la defensa del dólar en medio de una población que lee (pero no necesariamente entiende) la expresión: ‘IN GOD WE TRUST’.
Giovanni Carrión Cevallos
@giovannicarrion