Fue la doctora Matilde Hidalgo de Procel, la primera médica del país, quien solicitó que la empadronaran para las elecciones de 1924. Hasta entonces, solo votaban los hombres. No las mujeres. Su petición fue elevada a consulta el 9 de junio de 1924 y luego el Honorable Consejo de Estado emitió un informe habilitante del ejercicio del sufragio para ella y, en consecuencia, para todas las mujeres del país. En honor a este hito histórico, cada 9 de junio se celebra el Día del Voto Femenino en Ecuador. Ahora bien, al cumplirse este mes los 100 años de esta gesta, ¿cómo la podemos honrar? Yo diría Matildeando la vida.
Sí, a Matildear la vida. Sí, hagamos su nombre verbo. Matildear es ser irreverente con el sistema, con la estructura que impone prejuicios, dogmas y estereotipos como la regla a seguir y defender. Matildear es romper, es armarse de versos como balas, es llenarse de ideas como lanzallamas no para quemar sino para encender almas, para brindar luz en oscuridad aceptada. Matildear es empecinar la voluntad para crecer con conocimiento, pero poner a disposición el espíritu para elevarse hacia la sabiduría en auriga propio fuera de la sociedad entumecida.
¿Qué es matildear? Matildear también es sonreír a la desventura que la vuelvo ventura, aprovechar la crisis y crear un manojo de oportunidades, hacer de las lágrimas motivo de lucha y de la lucha una práctica de vida. Matildear es bailar en la desesperanza y con el ejemplo construir camino de posibilidades para los que nos acompañan.
Matildear es bailar con el problema, agotarlo hasta que caiga y triunfar en bella pose con mirada hacia el alba como cuando votó por primera vez
Porque en momentos de dubitación, de caos moral, político, cultural e intelectual, siempre es bueno recordar de qué montaña nace el agua, en qué hoguera empieza la primera llama, y nosotros debemos tener presentes que nuestra montaña, nuestra hoguera, es Matilde Hidalgo Navarro, nuestra lojana.
Pablo Ruiz Aguirre
abloruizaguirre@gmail.com