Mama Suca

Mama Suca es un caso de la vida real. El retrato de la pobreza y la marginación en la que vive el sector rural, el campesino, donde se ha dificultado la llegada de la equidad social.

Cristian Sapatanga, es un niño campesino de 9 años que vive en la comunidad de Quimzhi en Gualaceo (Azuay), quien sabedor de las necesidades de su madre resolvió vender a su gata llamada Mama Suca en $3 dólares, para comprar comida para su hogar. Pero nadie aceptó su oferta porque sus vecinos son tan pobres como él. Salió entonces a la vía cargando a Mama Suca. Encontró a un “samaritano” a quien le contó su tragedia y la de su comunidad donde no tienen servicios básicos, ni siquiera agua entubada y una atención de salud deficiente, aparte de la desnutrición infantil y la pobreza. La historia de Cristian se publicó en redes sociales y mucha gente abrió su corazón para ayudarlo.

Dicha historia vuelve a poner en contexto la realidad de los ecuatorianos que viven en la ruralidad, cuyo olvido no es sólo del actual Gobierno, es una herencia de varios gobiernos y de muchos años. El Ecuador ha sido un país desde su nacimiento con diferencias y desigualdades, con un desequilibrio social que hoy está llamando a la resistencia porque no se mira al campo.

El Gobierno y el sector indígena tienen hoy la oportunidad para hacer del diálogo un ejercicio de la razón, encontrando las mejores soluciones a los problemas del pueblo. Asegurando que el acta de la paz no resulte un insumo para la “rebelión taimada”.

Cristian Sapatanga que decidió quedarse con su gata Mama Suca, quiere ser bombero, para unirse a quienes caminan en la misma dirección a apagar las llamas de esta realidad social. Bombero, para ayudar a apagar la bomba de tiempo social, si se posterga la solución a las necesidades fundamentales de los ciudadanos del campo, que merecen caminar por el sendero común del progreso y desarrollo nacional.

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