Hace miles de años desarrollamos la capacidad de comunicarnos a través del lenguaje y de conceptos abstractos. Según Harari, esto es lo que nos diferenció de los animales y nos permitió crear órdenes imaginados para hacer algo fundamental, cooperar como especie. Nos inventamos religiones, ideologías y el dinero. Nos inventamos los relatos necesarios para poder tener un norte, no vivir en la incertidumbre y tener un proyecto de vida en comunidad.
Somos los cuentos que nos contamos, diría Mariano Singman, y los cuentos que nos contamos son más fuertes aún en política. Los datos por más confiables, replicables y cercanos a la realidad que sean, no importan cuando el mito y el cuento ya están en la mente de las personas. “La patria nueva”, “El Ecuador del encuentro”, “El nuevo Ecuador”, son algunos de los ejemplos, de aquello que nos contaron o nos quieren seguir contando y que constituyen mitos, cuentos y órdenes imaginados. Esa patria con ese pueblo digno que lo merece todo; ese Ecuador de la reconciliación final entre todos los frentes; ese Ecuador nuevo que es anti nada y pro todo; son los cuentos que nos contaron y que en en campaña conquistaron. Repito, son cuentos, de ahí que ese relato se acerque a la realidad, que la transforme, que la mejore, es otra cosa muy distinta.
Estas elecciones no serán elecciones en donde mediremos entonces las mejores propuestas, los planes de trabajo más fiables ni las políticas públicas técnicamente elaboradas para mejorar las condiciones de este país para tomar una posición y votar, no. Estas elecciones, como todas las anteriores, serán elecciones en donde mediremos el relato que más nos gusta y nos genera identidad, el cuento que más nos llama la atención, que queremos creer y nos hace sentir esa esperanza, que como cuando éramos niños nos abrazaba, de que “todo va a estar bien”.
El único problema es que la realidad es más compleja, los problemas en este país muy profundos y un cuento alcanza tal vez para pasar la noche, pero no para cuando amanezca el día y nos demos cuenta de que la realidad, como un tren a toda máquina, entra en la primera hora de la mañana a golpearnos y los héroes que nos contaron la noche anterior tan solo están en la imaginación.
Pablo Ruiz Aguirre
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