La calidad democrática

Democracia es un término amplio y obtener una definición uniforme dependerá de la perspectiva que se opte para su revisión. Sin querer profundizar en su significado optemos por un genérico: participación política y electoral.  

Si revisamos la democracia en términos de calidad, la tarea será difícil porque analizar este componente implica generar interpretaciones, las cuales pueden ser muchas de las veces subjetivas, aunque pueden mostrar una realidad concebida no solo por el examinador sino del electorado. Evaluemos la calidad democrática con un indicador objetivo, las elecciones presidenciales.

Primero, se asume equivocadamente que la calidad democrática está en el número de participantes, muestra de aquello es la reacción social de la población a la hora de exigir la participación de un empresario bananero, quien fue impedido de participar, empero nada se dijo sobre sus ideas de gobierno, lo cual se traduce en no mirar elementos esenciales como la calidad de las propuestas y la cultura política.

Segundo, la sociedad no revisa las propuestas sino los rostros conocidos, por esa razón los candidatos optan por hacer tik toks antes que exponer abiertamente sus ideas de gobierno y como alcanzarlas. Tampoco, el electorado discierne entre aquellas que pueden ser implementadas o no. Se dejan convencer de bonos cuando no existe presupuesto, asume como cierto que la solución para mitigar la delincuencia está en la reacción penal y no en la prevención, cree que la crisis se soluciona a partir de la reducción de impuestos per se y no en su racionalización. 

Esta cultura política debe cambiar, no solo miremos al orador, procuremos escuchar el discurso que en ocasiones está construido para cautivar al auditorio y no para atenderlo, con la concreción de acciones ejecutables.

Carlos Orellana Jimbo

ab.carlosorellana@hotmail.com