Hoy, en Ecuador estamos ante un ejemplo clásico de cómo la política se utiliza como un instrumento de manipulación y control. La derrota de la candidata Luisa González es un escándalo que ha generado una gran cantidad de especulaciones y acusaciones, pero detrás de todo esto, hay una verdad que se esconde.
La campaña electoral fue marcada por irregularidades y promesas sin fundamentos, pero lo que realmente importa es cómo la sociedad ecuatoriana respondió a esta situación. La ciudadanía, en su mayoría, se mantuvo firme y decidió expresar su voluntad popular de manera clara.
Sin embargo, hay una voz que insiste en repetir la palabra «fraude», lo que es un intento de negar lo que ya está dicho con contundencia. Esta voz se refiere a la reacción de González después de su derrota, en la que se queja de haber sido utilizada y se negó a reconocer sus errores.
Pero la verdad es que la insistencia de González en ser utilizada como una herramienta política es un ejemplo de cómo el género no otorga legitimidad. El voto femenino no responde al simple hecho de ver a otra mujer en la papeleta, sino que las mujeres votan por quien muestra coherencia, pensamiento libre y la valentía de liderar sin ser eco de otros.
En lugar de seguir sembrando desconfianza y perpetuar un duelo que nadie pidió, debemos enfocarnos en construir un futuro mejor para nuestro país. Debemos asumir el lugar que la historia nos ofrece y no aferrarnos a un guion ajeno, dictado desde las sombras.
La verdad detrás del fraude en Ecuador es que estamos ante un intento de manipulación y control. Pero podemos cambiar esto. Podemos elegir enfocarnos en la construcción de un país mejor, donde la ciudadanía sea la protagonista y no un instrumento de manipulación.
Santiago Paúl Saraguro Jaramillo
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