El próximo periodo legislativo se vislumbra como una réplica de los últimos. La pregunta que nos debemos hacer es: ¿Por qué, a pesar de las evidencias de un sistema fallido, seguimos repitiendo los mismos errores? La respuesta es compleja y radica en un diseño institucional que favorece la mediocridad y la corrupción.
Nuestra Asamblea Nacional es un reflejo de un sistema político enfermo. La fragmentación partidista, la ausencia de coaliciones estables y la facilidad para cambiar de bando político han convertido al legislativo en un escenario de luchas intestinas y negociaciones espurias. A esto se suma la falta de una verdadera representación ciudadana, ya que muchos asambleístas llegan al cargo más por sus capacidades económicas que por sus méritos políticos.
La reelección legislativa, la restricción de partidos políticos y la penalización del transfuguismo son algunas de las reformas que podrían romper este círculo vicioso. Sin embargo, estas propuestas no son populares entre la clase política, pues atentan contra sus intereses particulares.
Es hora de exigir un cambio radical en el sistema político ecuatoriano. Necesitamos una Asamblea Nacional que represente verdaderamente los intereses de la ciudadanía y que esté conformada por personas capacitadas y honestas. Para lograrlo, debemos presionar a nuestros representantes para que impulsen reformas estructurales que garanticen una verdadera democracia.
La apatía ciudadana es cómplice de esta situación. Si queremos un país mejor, debemos involucrarnos en la política y exigir a nuestros gobernantes que cumplan con su deber. El futuro de nuestra nación está en juego, y no podemos seguir siendo espectadores pasivos de este drama.
Santiago Paúl Saraguro Jaramillo
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Excelente análisis estimado Santiago. Saludos