El hartazgo de la gente con la política tradicional ha llevado a un fenómeno preocupante: el auge de la ultraderecha, como acaba de pasar en Francia. En un contexto donde la corrupción, la falta de transparencia y el incumplimiento de promesas electorales han erosionado la confianza en los partidos convencionales, muchos ciudadanos sienten que no tienen otra opción más que buscar alternativas extremas.
La política se ha vuelto un espectáculo desalentador, con debates vacíos y luchas internas que desvían la atención de los problemas reales. Este descontento generalizado ha abierto la puerta a líderes populistas que prometen soluciones simples a problemas complejos, apelando a los miedos y frustraciones de la población en lugar de ofrecer un diálogo constructivo.
Las redes sociales han jugado un papel crucial en la difusión de estos mensajes, permitiendo que la desinformación y las teorías de conspiración se propaguen con rapidez. En un mundo donde la inmediatez y el sensacionalismo prevalecen, las voces más radicales encuentran un terreno fértil para crecer.
Es vital reconocer que este fenómeno no es un capricho pasajero, sino un síntoma de un sistema político que ha fallado en representar a todos sus ciudadanos. La solución no está en ignorar o demonizar a quienes optan por la ultraderecha, sino en abordar las causas subyacentes de su descontento.
La renovación de la política pasa por recuperar la confianza a través de la honestidad, la transparencia y la acción efectiva. Solo así podremos construir una sociedad más justa y menos polarizada, donde el diálogo y la colaboración sean la norma y no la excepción.
Victoriano Suárez Álvarez
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