Es común escuchar en la voz de los líderes de las organizaciones políticas que, luego de una elección popular, en la cual, los resultados les fueron adversos, hablar de un “fraude electoral”; pero los ciudadanos, los electores, debemos empezar a discutir el fraude democrático, puesto que, el fraude electoral quizá, es la consecuencia del primero; pues, en teoría, cuan mejor sean los partidos “políticos”, mejor será la democracia de un país.
El fraude electoral lo definimos como cualquier interferencia deliberada en el “proceso electoral” con el objetivo de alterar la voluntad individual o colectiva de los electores. El fraude distorsiona, las preferencias de los ciudadanos negando derechos electorales a algunos mientras que amplifica las voces de otros ciudadanos; el fraude se comete mediante omisión, acción o coacción. Volviendo a la acentuado y subrayado, el proceso electoral tiene algunas fases o componentes; y, quizá, una de las más importantes es la designación de candidatos, en Ecuador, a través de las “elecciones primarias”; este es un fiasco, un fraude “legal” creado para engañar y manipular todo el proceso hasta el día del sufragio.
Es más probable que el fraude tenga lugar en contextos de fragilidad institucional donde las libertades y derechos fundamentales se encuentren insuficientemente garantizados, por lo que la gravedad y magnitud del fraude dependerá́ de la eficacia del legislador al crear la norma que permita: transparencia, libertad, pluralidad y respeto a la voluntad de las mayorías dentro de las organizaciones políticas (elecciones primarias); ergo, si las etapas básicas no se cumplen con estas premisas, todo el proceso electoral representa un “fraude democrático”.
Con estos antecedentes, el fraude democrático se evidencia en todas las fases del proceso electoral. Puede, asimismo, operar tanto durante el proceso de formación de la voluntad popular como en el transcurso del proceso de expresión de esa misma voluntad, vulnerando principios y derechos electorales. Las elecciones democráticas constituyen, de hecho, un eficaz instrumento que permite canalizar y acomodar de forma pacífica la diversidad de intereses y divisiones presentes en la sociedad. Si queremos hablar de fraude, empecemos corrigiendo el fraude democrático para luego reconocer resultados transparentes sustentados en la auténtica voluntad popular; para que esto suceda les deseamos: …buen viento …y buena mar.
Lenin Paladines Salvador
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