El hombre no es un animal

Después de más de veinte siglos, todavía se sigue definiendo al hombre como un “animal racional”.

Hay quienes le dan un pequeño giro a la definición de Aristóteles y nos dicen que es un “animal económico”, o “político”, o con otro adjetivo, lo que no le quita lo sustantivo de ser animal.

La definición que le demos a una palabra, indicará la visión que tenemos de su significado. Y cuanto mejor la definamos, mejor entenderemos el mundo y nos entenderemos entre nosotros. De ahí la necesidad de asignar buenas definiciones a las palabras que usamos.

Por ejemplo: si queremos definir la palabra “mesa”, no será suficiente decir que “es un mueble”. Porque, si bien está dentro de esa clasificación particular, no queda delimitada o singularizada. Es necesario que añadamos características o cualidades que la diferencien de los demás muebles, como ser la forma, el color, la función que cumple, el material de qué está hecha, etc.

Tampoco es suficiente decir que es “un montón de tablas”. Porque un objeto no está bien definido  si no se indica lo que es más propio de él.

De igual manera, al definir al hombre, no podemos utilizar una definición que diga que es “un montón de células” o que es un “vegetal racional”. Y es también insuficiente cuando se dice que es “un animal racional”.

Porque el ser humano tiene una vida vegetativa, pero no es vegetal; tiene una vida orgánica animal, pero no es animal. Y es que solo el hombre tiene, por ejemplo, memoria evocativa. Tiene entendimiento y puede captar lo que es la justicia o el amor. O ponerse metas en la vida. Es decir, tiene espíritu. Por eso, no está bien definido diciendo que es animal, con cualquier adjetivo. Es superior a los animales. Podemos definir al hombre como un ser biopsicoespiritual, lo que es más completo y definitorio.

Carlos Enrique Correa Jaramillo

cecorrea4@gmail.com