En la búsqueda por una vida plena y significativa, surge la pregunta: ¿cómo equilibrar nuestro tiempo de manera efectiva? El ajetreo diario, las responsabilidades y las demandas constantes pueden llevarnos a un estado de desequilibrio, afectando nuestra salud física, mental y espiritual.
En este sentido, la propuesta de dedicar 8 horas al trabajo, 8 horas al servicio de Dios y 8 horas al descanso se presenta como una guía valiosa para alcanzar el equilibrio anhelado.
Ocho horas para el trabajo: Dedicar un tercio del día a nuestras actividades laborales nos permite ser productivos, contribuir a la sociedad y obtener los recursos necesarios para una vida digna. Siempre recordando que el trabajo no debe consumirnos por completo. Debemos establecer límites claros y evitar que se convierta en la única fuente de satisfacción.
Ocho horas para servir a Dios y al prójimo: Dedicar tiempo a cultivar nuestra fe y ayudar a los demás nos conecta con un propósito superior, nos brinda paz interior y genera un impacto positivo en el mundo:
El servicio a un poder superior puede manifestarse en la oración, estudio, etc.
El servicio al prójimo, por otro lado, se traduce en acciones concretas que buscan el bienestar de los demás, como ayudar a un vecino, asistir en las tareas de tu hijo, colaborar con una ONG o simplemente brindar una palabra de aliento a quien lo necesita.
Ocho horas para el descanso: Dormir lo suficiente, realizar actividad física, practicar hobbies y disfrutar de momentos de ocio son esenciales para mantener una buena salud física y mental.
La suma de estas tres actividades, completa un ciclo de 24 horas que nos permite vivir una vida plena y equilibrada. No siendo una fórmula rígida, sino una guía flexible que se puede adaptar a las necesidades y circunstancias de cada individuo. Lo importante es encontrar un equilibrio que nos permita crecer en todas las áreas de nuestra vida: profesional, espiritual y personal.
Mauricio Azanza
maoshas@gmail.com