Nefasto por donde se los observe, censurable en cualquier gobierno, es la vanagloria del absolutismo y la jactancia de lo injusto, un poder hegemónico que se superpone a las leyes y el orden jurídico de un Estado, y que en su ejecución vuelve a la impunidad una práctica y un privilegio corriente de quien ostenta el poder.
Casualmente y con sobra de argumentos, el autoritarismo en nuestro país ha sido el punto de crítica y la base sobre la cual se ha cimentado el odio y la antítesis que compone el anticorreismo. Quienes han apelado al autoritarismo del ex gobernante precisamente para reprochar con ferocidad el actuar y el proceder del antiguo régimen.
Sin embargo, el asombro salta a la vista de ver que quienes antes defendían la libertad hoy aplauden la arbitrariedad, justamente aquellos que se auto identifican ser “Gente Buena” que hoy con la desfachatez propia, expulsan e insultan a cualquier divergente. Y piensan que tiene la autoridad, como si estuviera en su “ADN” de ser quien “Construye” un Nuevo Ecuador a vista y displicencia de atropellos, ilegalidades y callando disidentes.
Pero el Ecuador es un país pequeño, y aunque se diga muy diverso aquí todos nos conocemos. Y entre quienes hoy defienden al libertario, elevándose al altar del joven, opulento y arbitrario; también encuentras ex progresista, y ex revolucionarios.
Entonces comprendes 2 cosas del enojo contra el autoritarismo: Primero, que no es por consecuencia o pertenencia al oprimido, sino porque no eras tú quien ejercía ese privilegio, y la pugna era por ubicarse en el poder y hoy hacer lo mismo. Y segundo, que poco importa la consecuencia ideológica o pertenencia de clase, cuando sabes que estar del lado del poder es lo importante, total es la tendencia y la moda del instante.
Jorge Ochoa Astudillo
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