Disimulada, pero dictadura

En todo país que se precia de ser democrático, debe primar la independencia de poderes y el respeto a las leyes y sus instituciones. No es, pues, el caso de este Ecuador metastásico, que ha sido abierta y descaradamente asaltado por el Presidente Noboa y sus acólitos, en reiteradas ocasiones: la irrupción en la Embajada de México, la “suspensión” de la Vicepresidenta de la República y la negativa para la candidatura de Topic, por citar ejemplos. La primera de ellas se sabe, incluso por informes oficiales de inteligencia, que fue una disposición dada directamente por el presidente de la República, violando flagrantemente principios básicos del derecho internacional.

Lo segundo ya escaló un nivel demencial, al estilo propio de una dictadura disimulada, pero dictadura al fin. ¿Se imaginan la barrabasada jurídica que constituye que una cartera de estado, jerárquicamente inferior, “suspenda” a la Vicepresidenta de la República a través de un sumario administrativo que sencillamente no le es aplicable? Nunca habíamos visto que una Ministra se superponga tan cínicamente a la segunda autoridad de este país, que fue electa por voto popular y elegida por el mismo Noboa para ser su compañera de fórmula. Entonces ¿qué esperar de alguien que desacredita, margina, excluye y violenta a su propia compañera de fórmula? Solo lo peor, porque sencillamente no conoce escrúpulos en aras de mantenerse en el poder.

Y del tercer caso ni hablar: ¿deshabilitar a un candidato por probabilidades o presuntos hechos futuros? Es no solo ilegal e ilegítimo sino hasta ridículo. Este país, su institucionalidad, su clase política, su democracia misma han tocado fondo. Un fondo fangoso, oscuro, nauseabundo, promovido por un niño caprichoso y tartamudo que administra el Estado cual hacienda o latifundio suyo fuese… De todos modos, aunque ya la factura es onerosa, la única respuesta es votar bien en las elecciones de 2025. Porque si Noboa continúa siendo presidente, será hora de sincerarnos y dejar de autoromantizarnos como pueblo, echándonos flores y pregonando que somos un crisol de valores. Seguiremos siendo pueblo, sí, pero con un vacío moral gigantesco y con una impresentable complicidad, solo propias de los pueblos ciegos, sordos y mudos. De los pueblos desmemoriados y pusilánimes.

José Luis Íñiguez G.

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