Cambia ese foco

Cierto día dejó de dar luz un bombillo en un área de casa; al inicio era incómodo: llegada la noche pasar por ese sitio en penumbras. Mis hijos y mi esposa al percatarse del problema decían «papi, se ha quemado el foco, cambiémoslo», «mi amor, hay que cambiar ese foco». Pero uno, distraído en otros “temas de mayor importancia”, poco a poco se acomodaba a la idea de andar a oscuras, evitando el fastidio que significaba conseguir una escalera y reemplazar aquel bombillo.

Lo que ocurre en nuestro mundo exterior o material, solo reproduce lo que nos pasa dentro. Dejamos que el tiempo pase y esperamos a que este arregle nuestros asuntos; pero el tiempo no cambia focos, nos da chance de actuar sí, y también nos envía señales. Mas, con afán, buscamos fuera cuando casi siempre las respuestas a nuestras crisis se hallan dentro. Esperamos a que el foco se cambie solo, y luego ya no solamente es el bombillo, es una pantalla trizada, una cerradura atascada, a las que les aplicamos igual fórmula, acostumbrándonos a vivir a medias. 

Lo grave es que al estar las respuestas dentro, es donde menos buscamos. Y ese mundo interior olvidado se cubre de telarañas y polvo; pero dejamos que pase el tiempo y ese mismo mundo interior lo trasladamos fuera. Entonces nuestro hogar por más opulento o sencillo que sea, nos abruma de asuntos por pendientes de resolver.

¡Cambia ese foco! En serio. Observa a tu alrededor lo que dejó de funcionar y te acostumbraste a prescindir de su servicio. Cuando limpias tu casa, tu espacio de trabajo, eso te lleva inconscientemente también a limpiar y reorganizar tu vida.