Vengo de un país en donde el sol cae directamente a su territorio, pero no tiene energía. Vengo de un país lleno de volcanes y ríos, pero que no tiene energía. Vengo de un país que le roban todo, hasta la esperanza, porque en cada elección, cierta o incierta, la clase política habla bien, pero hace poco. Dice mucho, pero no hace nada.
Vengo de un país, en donde mientras pocos nos dan lecciones morales de que debemos mantenernos positivos ante la crisis, pero no reales. Un país en donde pocos con luz y mantas, descansan en la noche con tranquilidad mientras afuera muchos, a oscuras, en frío, no pueden ganarse un pan para llenar la barriga desde hace días.
Vengo de un país, donde muchos no quieren ver datos, pero sí relatos. Donde la realidad está construida por una burbuja de los medios de comunicación pagados, pero no del día a día, del dolor, de la insatisfacción, de la ira y la desidia de un estado sin rumbo, sin timón, y sin capitán
Vengo de un país, donde la clase política que tenemos resuelve todo por tik tok, se queja por tik tok, da soluciones de 30 segundos por tik tok y se lanza para presidente de la república por tik tok. Un país donde la verdad perdió su valía, donde la honestidad es el calcetín que descansa abandonado debajo de la cama y el pensar de manera crítica y libre, al parecer es una idea vieja y pasada de moda.
Pero también vengo de un país, que se ha levantado tantas, pero tantas veces, que a veces me pregunto cómo nos verá la gente de afuera, o si los ajos foráneos y extranjeros no se harán preguntas como ¿A pesar de todo siguen sonriendo? Pues sí, porque siempre hemos sido desde la necesidad, siempre hemos sido desde la ausencia, siempre hemos sido desde la oscuridad. Aquí estamos para seguir, para caminar, pero no solo desde lo ya contado, sino con sabiduría, con sabiduría para decidir el camino que como pueblo realmente merecemos.
Pablo Ruiz Aguirre
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