El filósofo español Ortega y Gasset acuñó la palabra efebocracia para referirse al gobierno o “tiranía” de los más jóvenes. Vaya coincidencia que en estos días nuestro joven presidente, como buen aprendiz de efebócrata, no respeta el Código de la Democracia que exige hacer uso de licencia sin remuneración desde el inicio de la campaña electoral para competir en igualdad de condiciones con el resto de los candidatos. Enseguida salen sus tinterillos a justificar lo injustificable, interpretando la ley a conveniencia, al mejor estilo de Hermes quien según la mitología era traductor (intérprete) y a la vez ladrón (Traduttori, traditori = traductores, traidores). Y aquí estamos nuevamente en campaña electoral, liderados por políticos y políticas efebócratas con candidatos y candidatas disfrazados de astracán y cleptócratas, ayudados por el periodismo bufón y amarillista, que hasta matarían a su padre para seguir beneficiándose del poder del príncipe de turno; periodismo que es otra desgracia nacional. En el terreno de la propaganda estamos viviendo en el mejor de los mundos posibles, en cambio en la vida real vige y rige el desorden establecido, violencia y muerte: “díjome la muerte, ¿qué miras? -miro, respondí, el infierno y me parece que lo he visto otras veces. ¿Dónde?, dije yo: en la codicia de los jueces, en el odio de los poderosos, en las lenguas de los maledicentes, en las malas intenciones, en las venganzas, en el apetito de los lujuriosos, en la vanidad de los príncipes”. Al parecer a Pancho Pueblo le gusta la efebocracia y la vanidad del príncipe de turno, desea elegir el mal menor, apuntar a algo bueno sería pedirle demasiado. ¿Por qué reaccionas violentamente Pancho Pueblo contra quienes te recuerdan que hay que hacer política de otro modo para evitar morir en esta? Contra esta efebocracia barata rien ne va plus, nosotros abogamos por una política cara como justicia y pudor.
Jorge Benítez Hurtado
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