Vamos a la elección con calzón amarillo

Cada elección, la esperanza vuelve, como cuando el 31 de diciembre creemos que el 1 de enero todo cambiará porque lo deseamos así o tan solo porque lo creemos así. Una tradición que nada tiene que ver necesariamente con la realidad. Ahora que lo pienso, en una elección a veces también asistimos a las urnas con calzón amarillo y posiblemente después de contar uvas y dar algunas vueltas a la cuadra con maletas para esperar prosperidad.

Cada elección, los héroes surgen porque nos gustan los héroes, esa es la verdad. No queremos pensar, por ejemplo, que tan solo en enero han sido asesinadas más de 600 personas, uno de los meses más trágicos de la historia del Ecuador, pero sí nos gusta pensar que los discursos de ‘mano dura’ de alguien que se disfraza de guerrero o que se pone gafas negras es lo suficientemente “macho” como para protegernos a todos. Pensar en combatir la delincuencia y la inseguridad desde la inversión social y la técnica, por más estudios que lo respalden, es más inalcanzable que tener un partido o movimiento decente que no sea de alquiler. ¿Para qué pensar, si el simplismo de las ofertas que los candidatos realizan es lo que la mayoría espera? ¿Es culpa nuestra? En parte, si tenemos candidatos incompetentes es porque no hemos exigido ni reflexionado más. Claro está, que una persona en pobreza extrema, pobreza que se incrementó en el último año, no tiene tiempo para pensar o para debatir las propuestas de un candidato sino para ver si come en el día. Ahí el desafío del Estado: garantizar al menos condiciones mínimas, pues no se puede pedir un mejor elector sin una sociedad que no vela por el otro.

Cada elección la camiseta regalada y tirada desde un camión en una caravana o el concierto de cierre de campaña con cumbia o reggaetón (para llamar a los centenials), suplen a la propuesta de planificación de un país y a cómo se implementan soluciones para salir de este lodazal. El reto de votar en esta elección con conciencia parece absurdo, pero como diría Nietzsche «No conozco un mejor propósito en la vida que el de perecer intentando lo grande y lo imposible. El hecho de que algo parezca imposible no debería ser una razón para no intentarlo. Es exactamente lo que hace que valga la pena intentarlo”.

Pablo Ruiz Aguirre

pabloruizaguirre@gmail.com

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