Ayer, 2 de abril, se recordó el Día Mundial del Autismo, un espacio para meditar, reflexionar sobre esta condición del desarrollo neurológico, conocida también como Trastorno del Espectro Autista (TEA), por lo tanto, no es una enfermedad y su condición repercute en la comunicación, la interacción social y el comportamiento de maneras únicas. Realidad que no debe repercutir en la falta de comprensión, ni una barrera que aísla a quienes lo viven, llegó el momento de bregar por la inclusión dado que la diversidad es un valor y no un obstáculo.
Para lograr la inserción o inclusión, debemos empieza con la empatía; en lugar de juzgar, como seres humanos debemos aprender a escuchar y adaptar nuestro entorno. La escuela, el trabajo y los espacios públicos deben ser accesibles, no solo físicamente, sino emocionalmente. Esto implica formación para docentes, empleadores y comunidades, para que vean en el TEA una perspectiva diferente, una oportunidad de crecer, innovar y desarrollarse. La empatía nos une; el rechazo nos divide.
La equidad es otro valor ético y moral fundamental, en circunstancias que no es cuestión de tratar a todos igual, sino de dar a cada persona lo que necesita para prosperar. Para alguien con TEA, esto puede significar ajustes en la comunicación o el ambiente, respetando sus sensibilidades sensoriales o su forma de procesar el mundo. La sociedad gana cuando todos tienen la oportunidad de contribuir con sus talentos, que en el caso del TEA suelen incluir creatividad y atención al detalle. La equidad no es caridad, es justicia.
Asumamos un compromiso de manera secuencial y tengamos presente que respetar las condiciones de las personas con TEA no es una concesión, es un acto de humanidad. Es hora de ahuyentar los estereotipos y construir un mundo donde nadie se sienta fuera de lugar. El 2 de abril nos recuerda que la conciencia es el primer paso hacia un futuro más inclusivo y empático para todos.
Sybel Ontaneda Andrade
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