
En días anteriores recordamos el día del pasillo ecuatoriano, declarado por la UNESCO como patrimonio intangible de la humanidad, y que, para quienes nos preciamos de ser ecuatorianos, constituye una forma de expresión colectiva, símbolo de identidad y vínculo de unión con nuestro terruño. No cabe duda que nuestro hermoso género es un referente identitario y de la diversidad cultural del Ecuador, el cual, entre el amor y la nostalgia, revela un diluvio de metáforas untadas de recuerdos. Es el pasillo el que toma la batuta, al punto de convertirse en un símbolo de nacionalidad, reconocido por muchos como el “alma del Ecuador”. Según musicólogos, el pasillo derivado del Vals Vienés y desarrollado en la Región Andina por europeos durante el siglo XVIII, en nuestra nación se alimentó de la riqueza cultural de cada región, y entre ligeras pero no muy marcadas diferencias podemos clasificarlo en algunas categorías como: el Pasillo Lojano con un formato más académico que reverbera en sus canciones verdaderas obras de concierto; el Pasillo de la Sierra con ritmos lentos, refleja cierta melancolía que le da el esplendor a la obra; y el Pasillo de la Costa cuya interpretación vocal e instrumental más rápida, le da al género un toque más festivo y bailable. Con el paso del tiempo al Pasillo se le fueron agregando poemas de escritores ecuatorianos, aderezando aún más este patrimonio intangible del Ecuador. De ahí que, en cuestión de lírica, en la Costa se tratan temas más habituales, mientras en la Sierra subyugan el amor y desamor. Su masificación se dio con las primeras grabaciones del legendario dúo conformado por Enrique Ibáñez Mora y Nicasio Safadi (Duo Ecuador), pero su auge y apogeo internacional se presenta durante la prolífica carrera del cantante guayaquileño Julio Jaramillo, considerado el creador del Pasillo Rockolero, y cuya fecha de nacimiento fue recordada en días anteriores como el Día del Pasillo. ¡Larga vida al Pasillo Ecuatoriano!
Lucía Margarita Figueroa Robles
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