Resiliencia

Salía muy temprano desde la casa-taller de zapatería de su padre para llegar a tiempo al colegio Bernardo. El recorrido era, en dirección al sur, por toda la calle Olmedo. La pobreza no impedía que su uniforme caqui esté limpio y sus zapatos bien lustrados. Son inicios de los años ochenta del siglo pasado. Los recreos los pasaba alejado de la zona del bar. No había razón en aumentar el deseo de comer cuando no se puede comprar nada.

Al terminar la secundaria se casó con una persona un poco mayor. Parecía que su destino iba a cambiar. Pero, la fortuna a veces muestra su espalda. Su pareja murió pronto y las responsabilidades lo obligaron a abandonar la universidad.

La pobreza, esa vieja y cercana enemiga, siempre lo acecha con nuevas trampas. Cuando por fin encontró un trabajo, relativamente estable, vino la pandemia y la empresa tuvo que cerrar. Él, su nueva esposa y sus hijos se quedaron sin el sustento diario.

Sin embargo, no se rinde. Busca por todo lado. Se emplea en lo que puede. Sabe siete oficios para cubrir sus mil necesidades. Es un gran representante del espíritu lojano, ese impulso que sienten los nacidos en esta tierra a no ceder ante los avatares de la vida, sino con el último aliento.

Es bueno que la historia recoja las gestas de grandes seres humanos, pero no puede dejar de lado el caminar del hombre del pueblo, del que realmente construye el porvenir, del que ha vivido a pesar de todo.

Gabriel U. García T.

@gulpiano1