En un mundo donde exigimos derechos y esperamos que las instituciones funcionen de, a menudo olvidamos un principio fundamental: nuestra sociedad es el reflejo de nuestras acciones individuales. Cada uno de nosotros tiene un «metro cuadrado», ese espacio inmediato de responsabilidad donde nuestras decisiones repercuten en quienes nos rodean.
El cumplimiento de nuestros deberes no es una simple formalidad, sino el pilar sobre el que se construye una comunidad justa y organizada. Respetar normas de tránsito, cuidar espacios públicos o incluso tratar a los demás con cortesía son actos que parecen pequeños, pero que, sumados, generan una sociedad funcional. No podemos aspirar a un país próspero si ignoramos lo esencial: nuestro compromiso con la vida en comunidad.
Es fundamental reclamar y exigir a nuestros mandatarios que cumplan su papel y podamos lograr un cambio, pero ¿cuánto hemos hecho dentro de nuestro metro cuadrado para contribuir al cambio? La responsabilidad no es solo de quienes legislan o administran; es también de quienes habitan cada barrio, cada ciudad.
Si cada persona asumiera con seriedad sus deberes, tendríamos calles más limpias, instituciones más eficientes y una sociedad basada en el respeto y la colaboración. La transformación de nuestro entorno comienza en lo inmediato. No esperemos que otros hagan lo que nos corresponde. Actuemos, porque nuestro metro cuadrado es el primer paso hacia un cambio significativo.
Santiago Ochoa Moreno
wsochoa@utpl.edu.ec