La crisis eléctrica en Ecuador no es solo un inconveniente que nos deja a oscuras por horas, es un espejo que refleja las deficiencias de nuestro sistema energético y, más aún, la fragilidad de nuestras instituciones.
Mientras la ciudadanía se adapta a la nueva normalidad de los apagones, la política se llena de acusaciones cruzadas y promesas vacías que no logran disipar la incertidumbre. Preocupa que la crisis se esté utilizando como un arma política, un terreno movedizo para ganar puntos en la carrera presidencial, mientras la verdadera solución se posterga.
Es comprensible que la falta de energía genere frustración y desconfianza. Pero, ¿cómo podemos garantizar que la crisis se solucione de manera efectiva y no se convierta en un juego de poder?
Debemos exigir a los candidatos que presenten propuestas claras y viables, que no se limiten a culpar al gobierno actual o a prometer soluciones mágicas. Necesitamos un plan a largo plazo que aborde las causas de la crisis, que incluya inversiones en energías renovables, la mejora de la infraestructura y la eficiencia energética.
La crisis eléctrica nos ha puesto frente a un dilema: ¿Seguiremos dependiendo de un sistema energético vulnerable o daremos un paso hacia la sostenibilidad? La respuesta no puede ser un discurso político, necesitamos acciones concretas.
No podemos permitir que la política nos ciegue ante la necesidad de un cambio real. Debemos exigir a nuestros líderes que se comprometan con soluciones concretas, que prioricen el bienestar de la ciudadanía por encima de los intereses políticos. La crisis eléctrica nos afecta a todos, y solo unidos, con un enfoque responsable y visionario, podremos superar este desafío y construir un futuro energético más seguro y estable.
Santiago Paul Saraguro Jaramillo
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