La vida es efímera, por más que estires y prolongues las despedidas, hay algo que no puedes controlar y es el ímpetu del indetenible y caótico tiempo.
Y para descontar aquello que no se puede controlar, hemos decidido dejar casi todo al azar, al destino, a la suerte o a la virtud y providencia de un Dios bipolar.
Que te permite decidir, te permite pensar, incluso hasta opinar, pero lo que no te permite es modificar aquello sobre lo que ya se ha resuelto.
Y todo esto lo comprendes, cuando lo importante de la vida ya no lo consigues con lo material de la misma. Cuando el paso ha sido restringido a otros espacios totalmente incomprendidos.
Esos son los matices de la vida, los que te hablaba esa voz del pasado, de los que oíste alguna vez, pero no te quedaste para escucharlos, los que se conocen en el transitar, pero solo se aprenden en el trascender.
Es la sensación irresoluta de sentirte vivo cuando más cerca de la muerte estas, o de tener la fuerza y la certeza de empezar de nuevo, aunque parezca que todo ha terminado ya.
Es la Fuera Natural, que te incita existir, a trascender a la eternidad, a encontrar chispas en la oscuridad, y mirar de frente a lo profundo de un mar sin tener miedo a implosionar.
Es ese espacio singular, poético y melancólico, difícil de describir y fácil de sentir.
Jorge Ochoa Astudillo
jorge8astudillo@gmail.com