Felices asintomáticos

Tantas acepciones tiene la palabra felicidad, que obtener un concepto unívoco es muy complicado. Esto obedece a que la felicidad es subjetiva, es algo tan intrínseco del ser humano, por lo que su definición no es homogénea.

Lo común es que todos queremos llegar a ser felices, lo diverso es cómo podemos llegar a serlo. Aristóteles decía que el ser humano busca la felicidad, que el camino a alcanzarla es diverso, y que en la misión de aclarar ese camino surgen las diferencias.

En esa disyuntiva entre el querer ser felices y como ser felices radica la importancia de   desprenderse de elementos exorbitantes de la vida y disfrutar de sus pequeños detalles. Para muchos la felicidad puede ser obtenida en cosas materiales, para otros en minucias que dan sentido a la vida, como un resplandeciente sol al despertar, una taza de café a la media tarde, la risa de un hijo, una comida con nuestros viejos, tener un like en nuestras publicaciones de Facebook o tener como seguidor a quien admiramos en nuestra cuenta de twitter.

A lo que voy, es que hay cosas tan minúsculas que nos provocan felicidad y que no la sentimos pese a estar viviendo ese estado de bienestar, que puede tener efectos cortos o largos, y que menos los demostramos.

Si bien la felicidad es una actividad del alma y no propia del cuerpo, dejemos que sus efectos sean evidentes para los demás, que seamos felices sintomáticos y no asintomáticos porque ese estado nos hará creer más en nosotros mismos, juzgar menos, perder nuestros miedos y disfrutar mejor nuestra vida, de tal manera que desarrollemos una convivencia armónica entre nosotros.

Dejemos que nuestras endorfinas se noten. Seamos felices sintomáticos