Sócrates señaló en su tiempo que «el mal uso del lenguaje induce el mal en el alma»; esta afirmación va más allá de las preocupaciones gramaticales y nos invita a reflexionar, sobre todo en cómo las palabras pueden moldear y también en ocasiones distorsionar nuestra percepción de la realidad, especialmente cuando las utilizamos irresponsablemente, convirtiéndolas en instrumentos de engaño, buscando manipular la realidad en aras de lucro o de poder.
Ursula K. Le Guin, reconocida escritora, guionista, traductora, novelista, poeta y activista por los derechos de las mujeres, tenía la convicción de que los escritores que manejan el arte de la narrativa y la poesía son quienes lo entienden mejor, en vista de que su tarea no es solo técnica, sino profundamente ética, que los obliga a usar las palabras como un fin en sí mismo, como un medio para explorar, expresar verdades y como una herramienta poderosa, que pueden construir convirtiéndolas en un camino hacia la autenticidad y la libertad, para fortalecer tanto su propia alma, como la de sus lectores o de lo contrario destruir. Siendo entonces fundamental y en general, tomarnos el tiempo para elegir nuestras palabras con cuidado, respeto y deleite, pensando a quienes se las vamos a decir, puesto que su verdadero poder reside no solo en lo que dicen, sino en el cómo y por qué; con esto lograremos que nuestras expresiones reflejen nuestras intenciones, con el consecuente respeto a la inteligencia y sensibilidad de quienes nos escuchan.
Talía Guerrero Aguirre
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