El Conclave: Un Misterio de Fe y Diplomacia en el Corazón de la Iglesia

La elección de un Papa es uno de los momentos más solemnes y fascinantes de la Iglesia Católica. Tras la renuncia o fallecimiento de un Pontífice, los cardenales del mundo se reúnen en el Vaticano para participar en el *cónclave* (palabra que significa «bajo llave»), un proceso envuelto en oración, discreción y, también, en un cuidadoso *cabildeo*. Pero, ¿cómo funciona realmente esta elección? ¿De qué depende que un cardenal se convierta en Papa?   Aunque muchos imaginan el cónclave como una especie de elección política con negociaciones ocultas, la realidad es más matizada. Los cardenales, antes de entrar en la Capilla Sixtina, ya han tenido semanas (o incluso años) de conversaciones informales. Estas no son simples «campañas», sino diálogos sobre los desafíos de la Iglesia: la evangelización, la justicia social, la unidad de los creyentes y la reforma de la curia.  El *cabildeo* no es corrupto ni mundano; es un discernimiento compartido. Los cardenales evalúan qué perfil necesita la Iglesia: ¿Un pastor cercano a los pobres, como Francisco? ¿Un gran teólogo, como Benedicto XVI? ¿O un administrador firme, como Juan Pablo II? No se prometen cargos ni favores, sino que se busca al hombre que el Espíritu Santo ya ha elegido. La elección del nuevo papa depende entre otras de las siguientes: Las Necesidades de la Iglesia en ese Momento Histórico, si la Iglesia vive una crisis de fe, podría elegirse un Papa evangelizador. Si hay divisiones internas, alguien con don de unidad. El peso de las geografías, aunque el Espíritu Santo guía, los cardenales suelen considerar el origen del candidato. América Latina, África y Asia tienen hoy más peso que en siglos pasados. A veces surge un nombre inesperado (como Jorge Bergoglio en 2013) porque los cardenales ven en él cualidades que no habían considerado antes. Los cardenales votan en silencio, tras misas y súplicas. Creen que Dios actúa a través de sus votos, incluso si al inicio no hay consenso.  A diferencia de una elección secular, en el cónclave no hay discursos ni promesas. Los cardenales no buscan poder, sino servir. Por eso, cuando un Papa es elegido y acepta, su primera palabra es: «*¡Accepto!*» (Acepto), reconociendo con humildad un peso que supera sus fuerzas. Como católicos, más que especular sobre nombres, debemos rezar por los cardenales. El cónclave no es un juego de intrigas, sino un acto de fe: la certeza de que, al final, Cristo vela por su Iglesia.  Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia (Mt 16,18). Esa promesa, no los hombres, es la que guía cada elección papal.

Marco A. González N.

marcoantoniog31@hotmail.es

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