Democracia: entre el ideal y el riesgo

La democracia es el régimen de la opinión pública basado en el principio de que el pueblo siempre tiene razón… incluso cuando no la tiene.

Apoyamos la democracia, pero también permítasenos advertir sobre los riesgos o malos usos que pueden surgir dentro de ella.

Atreverse a decir algo en contra de la democracia —una de las “verdades” con casi rango de sagrada—, tener la osadía de expresar una opinión contraria sobre algo ya «mayoritariamente aceptado», o aventurarse a pensar y ejercer la crítica como medio de protesta, expone a quien lo hace a ser acusado de antidemocrático, sectario, ridículo… Y si eso no basta, se lo tilda de insinuar una dictadura. Obviamente, no es este el sentido de nuestra reflexión.

En democracia, una opinión se valida si la mayoría vota a favor o en contra. Los acuerdos a los que se llega dependen de la decisión mayoritaria; esta práctica de alcanzar consensos constituye la base del sistema democrático. Sin embargo, ¿acaso las mayorías no pueden equivocarse? Por ejemplo: si hoy la mayoría decide instaurar la pena de muerte y mañana, cambiadas las circunstancias, la misma mayoría opta por abolirla, ¿cuál de esas mayorías tiene la razón? El peligro aparece cuando los consensos atentan contra la vida, la dignidad de las personas o la integridad de las instituciones.

El hartazgo ciudadano ante la forma tradicional de ejercer la política, sumado al malestar provocado por la crisis económica, política y social, abre el camino a nuevas opciones de participación y renovación democrática. Hoy, las redes sociales se consolidan como espacios de debate y expresión más libres e independientes, facilitando la emergencia de nuevas voces y propuestas.

Esta coyuntura nos invita a los ciudadanos a asumir un rol más activo, impulsando nuevas formas de participación y compromiso político que no se limiten solo a cálculo electoral, sino que estén fundamentadas en una ética de convicción.

Ante la fragilidad de los consensos y los riesgos del pensamiento mayoritario sin reflexión crítica, la tarea urgente es fortalecer una democracia viva, que se alimente de ciudadanos responsables, capaces de disentir y proponer, siempre guiados por principios que resguarden la vida, la dignidad humana y la integridad de nuestras instituciones.

Zoila Isabel Loyola Román

ziloyola@utpl.edu.ec

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