Según el Diccionario de la Lengua Española (DLE), la adicción es un “Hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna o algunas drogas tóxicas, o por la afición desmedida a ciertos juegos”. Y, por extensión, también se puede hablar de adicción a las comidas, a los deportes, etc.
En todo caso, el adicto está preso de sus apetencias y no tiene conciencia de lo que le ocurre. Se trata, verdaderamente, de una enfermedad. Se defiende de quienes quieren que deje esa situación y considera que puede dejarla “en cualquier momento”. Además, echa la culpa a quienes lo rodean, creándose un ambiente en que sus familiares adquieren una coadicción, que es una enfermedad psicológica en que, por estar preocupándose continuamente por el paciente, acaban pensando y actuando como él.
Frente a tal situación, es necesario que el adicto pueda superar esa incapacidad de sentir su propio drama y acepte la realidad, sin que se sienta presionado para que lo haga. Cualquier intento de los familiares o amigos para que deje la adicción puede ser contraproducente. Suele decirse que el adicto debe “tocar fondo” para que tome la determinación de curarse y buscar ayuda. Este es el primer paso.
El exadicto Juan Colomina, abogado y psicólogo clínico, dedicado por muchos años a dar conferencias y a ayudar a que las personas lleguen a controlar sus vidas, dice que “hay que incidir en todo su entorno familiar y vital, a veces incluso sacarle de la propia vivienda, para que pueda ver su realidad y se abra una ventana al cambio”.
“En adicciones, dice, lo que funciona son los modelos de cambio cognitivo” y lo que hay que hacer es “reconducir las conductas y modificar todo el proceso de ideas irracionales o distorsión cognitivo/emocional que ha generado”.
Y añado: pedir y pedir a Dios por su recuperación y esperar…
Carlos Enrique Correa Jaramillo
cecorrea4@gmail.com