Solo para recordar

Los primeros indicios del afán expansionista de Perú data del periodo preincásico, cuando Tupac Yupanqui dirigió la invasión incásica, a los pueblos primitivos de lo que hoy es Ecuador. Así cedieron a la fuerza invasora los paltas, cañaris, panzaleos, quitus, caras, etc. Se formó el Tahuantinsuyo que, a la muerte de Huayna Cápac, se dividió en dos partes: Reino de Quito para Atahualpa y Reino de Cuzco para Huáscar.

Luego, ya en la vida republicana, el 27 de febrero de 1829, en Tarqui, las fuerzas comandadas por Sucre (Gran Colombia), derrotaron a las huestes de La Mar (Perú). De eso, en la cima de Portete, hay una pirámide que rememora la valentía de nuestros patriotas. En los años siguientes: 1857, 1861 y 1936, nuevos problemas limítrofes mantuvieron latentes los anhelos peruanos por apropiarse de parte de nuestro territorio.

En 1941 se produjo el peor conflicto bélico entre Ecuador y Perú, el que concluyó el 29 de enero de 1942 (un día como ayer), con la firma del Protocolo de Río de Janeiro, irónicamente llamado de “paz, amistad y límites”, cuando nuestro territorio oriental fue desmembrado en más de 200 mil kilómetros cuadrados, mientras   varias provincias de nuestro país estaban ocupadas por los invasores.  Actuaron como garantes Estados Unidos (Summer Welles), Argentina (Enrique Ruiz Guiñazú), Brasil (Oswaldo Aranha) y Chile (Juan B. Rossetti) Los países en conflicto con los cancilleres Alfredo Solf y Muro por Perú y Julio Tobar Donoso por Ecuador.

Desde este nefasto acontecimiento, los días previos y posteriores al 29 de enero, había problemas en la frontera sur ocasionados por nuestros vecinos. El asunto se tornó grave en 1981 con la guerra del Cóndor en Paquizha, Mayaycu y Machinaza, durante el gobierno de Roldós. Ganamos en el campo de batalla, pero perdimos en la mesa. En 1995 se produjo el último conflicto entre las dos naciones, con la guerra del Alto Cenepa en el gobierno de Durán Ballén y Fujimori por el Perú. El 26 de octubre de 1998, se firmó el Tratado de Itamaratí (Brasilia) que puso punto final a las refriegas entre los dos países, disfrutando desde entonces de un clima de paz, armonía y buena vecindad.

Darío Granda Astudillo

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