Dentro de mi experiencia he sido testigo de cómo la educación actual ha avanzado muy poco en materia de revisión histórica. Siendo la historia convencional -sesgada y errónea- la mayoritariamente difundida por quienes fanáticamente (y a pesar de nuevos descubrimientos historiográficos) intentan ocultar la verdad al estudiantado, apegándose a sus muy escuetas fantasías contadas en las aulas fósiles de hace más de cien años.
Así, tal si fuera una pesadilla orwelliana, encarrilan el pensamiento del estudiante por vías predeterminadas, haciéndole creer que lo dictaminado es la realidad única e indiscutible, mutilando su mente hacia nuevas aventuras intelectuales y/o filosóficas. Asegurándose que cada individuo no piense por sí mismo, sino que piense y obre en sintonía de la manada, sumidos por supuesto en la oscuridad de la ignorancia. De ese modo, al confundir adoctrinamiento con verdad, es como fríamente se ha convertido en una factoría de máquinas, que precian de ser “libres”.
La historia es una pieza fundamental del desarrollo identitario y cultural, es lamentablemente que quienes se encuentran en el supremo deber de enseñar temas de historia, cultura, identidad, etc. Se nieguen categóricamente a estudiar y reaprender nuevos conceptos, negándose a dar luz mediante la realidad histórica, anclados en la holgazanería del desconocimiento. Ante esto debemos preguntarnos, ¿es acaso correcto el estado estático de las ideas y del pensamiento? La revisión histórica proporciona un concepto real del mundo y de nosotros mismos, y aunque haya quienes buscan ocultar la verdad, y vivir en el tercermundismo de una edad oscura y de supersticiones, es menester de quienes luchamos por lo auténtico, generar un cambio a través del estudio y el trabajo intelectual-cultural, para una recomposición en la matriz educativa.
Rodrigo Monsalves.
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