¿Qué educación necesitan las nuevas generaciones?

Es evidente que el grado de desarrollo o subdesarrollo de los pueblos, deviene de una sola palabra: educación. De eso depende que haya las grandes potencias mundiales, poderosas en todo: economía, cultura, desarrollo científico y tecnológico, con ciudades mágicas, etc., a quienes llamamos primer mundo; luego un segundo mundo en donde existe permanente afán de superación para convertirse en potencias; y, el tercer mundo en el que, lastimosamente se ubican los países llamados “en vías de desarrollo” pero que todavía no despuntan, caso de Ecuador que, para sobrevivir, tiene que recibir el apoyo desde afuera.

Desde siempre se maneja el criterio de que la educación comprende dos grandes campos: instrucción y formación. El primero, con un pensum cognitivo que se diría universal sobre asignaturas casi comunes, con niveles de estudios bien definidos: primaria, secundaria, universitaria, cuarto nivel y otros de mayor jerarquía. Quienes aprueban estos niveles ya pueden caminar por el mundo defendiéndose en buena forma, sumado al dominio que tengan en aprendizaje de idiomas. Obviamente, la manera como se aplican las políticas cognitivas en los diferentes países del mundo (planes y programas, métodos, procedimientos, criterios de evaluación y la tecnología que se utilice) califican a qué mundo pertenecemos.

El otro campo, el formativo (cultivo de valores), siendo subjetivo, direcciona al individuo a cómo debe comportarse en la familia, en su plantel educativo y en la sociedad en general, que lo califica como buena persona, o un ser indeseable por sus acciones negativas que, pueden ser solamente conductuales sin causar mayores estragos en la sociedad, por ejemplo, el clásico maleducado o, en otros casos, aquellos cuyas acciones, desde temprana edad, le dan mucho trabajo a la justicia.

La pregunta que todos nos hacemos en la actualidad, con las nuevas generaciones que disfrutan de tecnologías de punta, es si realmente se les está orientando de manera acertada para que sean buenos ciudadanos, o se les está empujando para que vayan por caminos perniciosos. Los maestros y los padres de familia tenemos que reflexionar profundamente sobre este tema, porque, a ratos, diera la impresión que las nuevas generaciones no encajan en las nuevas sociedades o tal vez somos los adultos los que andamos desfasados.

Darío Granda Astudillo

dargranda@gmail.com

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