La vida es el espacio en el que, las personas, apostamos por momentos de variada realidad. Abrimos un abanico de posibilidades, denotando gran empeño por cumplir nuestros anhelos. Estudiamos, somos profesionales, queremos ir más arriba y lo logramos. Amamos, nos aman y formamos una familia. Para ella queremos lo mejor del mundo. Forjamos sólidas amistades con quienes compartimos momentos inolvidables. Pintada la vida de esta manera, quisiéramos que fuera eterna…pero no es así; pues, caminamos pisando nuestra sombra y, de pronto, nos perdemos en las profundidades de la muerte. Marco Antonio Sisalima Delgado, de manera casi súbita se nos fue. Hay conmoción, hay dolor, hay una profunda melancolía.
Lo conocí en el Bernardo, allá por la década de los ochenta del siglo pasado, Marco era un chico inquieto, buen estudiante, excelente deportista para el baloncesto, un temperamento fuerte para imponer sus criterios cuando tenía razón y nunca se amilanó para decir siempre la verdad, asumiendo su responsabilidad. Yo era docente y lo tuve en mis aulas. La UNL le formó como profesional en Educación Física, y la Federación Deportiva Provincial de Loja, le encargó las selecciones de baloncesto con importantes logros. Fue un profesional de objetivos superiores y, para conseguirlos, a veces se veía demasiado enérgico, pero ese era su estilo para enseñarles a crecer en el deporte.
En la última década de su vida, tuvimos la oportunidad de ser colegas en la UEP Eugenio Espejo, en donde, con gran esmero y dedicación, entregó su aporte profesional para formar a sus educandos. Experto en organizar eventos especiales como Proclamación de Abanderados y Escoltas. La satisfacción de las autoridades y padres de familia era su mayor galardón.
En agosto me enteré de su enfermedad y oré por su salud, no pensé que era tan grave. Nos dejó el martes 22 de octubre; en su capilla ardiente, su féretro reposaba en un valle de flores blancas, una foto en donde luce sonriente, un balón y una camiseta. Sus alumnos espejinos, incrédulos ante el suceso, se veían compungidos y devastados. Igual sus colegas, familiares y amigos. Mi solidaridad a sus desconsolados hijos María Daniela, Marco Antonio y Lucía Germania, a su compañera de vida Thalía Burneo. ¡Hasta siempre querido amigo!
Darío Granda Astudillo
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